Conocí a Jesús Rodríguez Quintero
días después de un escándalo suscitado a cuenta de unas
actuaciones musicales en la Plaza de España de Sevilla, de las que él
era productor a principio de los ochenta. Estaba en baja forma; el
hecho de empezar a ser la estrella nocturna de la radio pública, le
había convertido en una especie de pim pam pum contra el que
todos disparaban gratuitamente. Su estado de ánimo estaba por los
suelos. Me contó su versión de todo y, aunque lejano en el tiempo,
sino recuerdo mal Quintero no era el responsable directo de lo
sucedido.
En aquella charla, convertida en
terapia de tarde frente a dos cafés, “El loco” me deslizó que no
dudaría, si se presentase la ocasión, dejar RNE e irse, como
estrella consagrada de las ondas que ya era, a otra cadena como la
SER.
Tardé muy poco en contarle a mi
director, Angel Botana Sabugueiro, la predisposición de Quintero por
dar el salto, preocupados como estábamos en la SER por el vacío
dejado en la noche por Jose María García. Botana habló con Eugenio
Fontán, director general y éste autoriza una prospección económica
entorno al personaje; no en vano aquella iba a ser una inversión
cuyo retorno económico era bastante improbable. Sería, en todo
caso, un programa de prestigio en la antena de la SER.
Vuelvo a hablar con Quintero y, tras
varias reuniones en Madrid, la operación acaba cuajando con su
llegada a los estudios de la calle Gonzalez Abreu 6 de Sevilla.
Solo una fuente de chorro continuo y un
magnífico piano de caoba, repintado con Tintan Lux blanco, fueron el
único decorado del mágico mundo radiofónico de la realidad que fue
“El Loco de la Colina”. Creó escuela. De esta guisa se
convirtió en el último gran innovador que ha tenido la radio
española en el siglo XX. Y de eso han pasado ya treinta años. Que
ya son trienios.
Tras Carrusel Deportivo de Antonio Calderon/Vicente Marco y Protagonistas
de Luis del Olmo, la radio española convencional tiene en Jesús
Quintero a su tercer gran innovador con "El Loco de la colina". Trajo la radio intimista,
cercana, cruda y real como la vida misma, aprovechándose de una
audiencia nocturna desarmada, en la cama y a punto de iniciar el
sueño. Quintero aportó durante años, junto a la recuperación del
medio como transmisor de Cultura, con mayúscula y también con
minúscula, textos antológicos que, necesariamente, ya están en la
memoria sentimental de todos, dentro de la banda sonora de la radio española.
De todo eso me acordaba anoche
asistiendo al estreno de su obra “El loco soy yo”. Su biografía
profesional – la personal la deja de lado- convertida en
espectáculo teatral, mitad programa de radio mitad de TV. Su vida, la de un hombre, excéntrico que no loco, que no pasa desapercibido.
Concentrado en casi dos horas de
espectáculo, Quintero nos ofrece un revival de la mano de sus
muchísimas locuras de estos treinta años, el quinteriano
mundo en carne viva y sin complejos. Y con las tetas de una vedette en todo su esplendor. Sin tapujos. También
sus personajes, algunos, pocos, en directo con él sobre el
escenario: el ex presidiario Montes Neiro, la erotísima Susana Reche o el
inefable “Risitas”.
Por una gran pantalla, de vez en
cuando, desfila una colección de personajes a los que les hace
decir cosas muy diversas. Alegres y chispeantes, trágicas o
dramáticas. Sentencias vitales, como las del Beni de Cádiz.
Breves píldoras y valiosos testimonios para la historia, como esa
Dolores Ibarruri, Pasionaria, rezando el Padre Nuestro,
enterito, en Latín y del tirón. Memorable oírla confesar que hasta
los veinte años en que se casó “con un camarada”, ella había
sido una niña católica practicante y de misa dominical.
Es el mundo real y que se fué el que
nos presenta Quintero a través de sus vivencias profesionales, solo
parte de sus vivencias, porque quienes le conocemos sabemos que
podría contar muchas más cosas (y con más mala leche). “El
loco soy yo”, además, nos pone por delante un espejo
retrovisor en el que todos aparecemos más jóvenes, más
ilusionados, sin saber cuan difícil será el camino para construir
una democracia tan imperfecta como la que tenemos hoy. De momento
Jesús Quintero se hace el “loco”, pero tras su eterna máscara,
tenemos a uno de esos genios contemporáneos bastante irrepetible.
En el escenario de su propio Teatro, su sueño, Quintero promete
actualizar cada sesión hasta el domingo, tanto su libreto como sus
personajes y tras el estreno de esta semana en Sevilla dice que
recorrerá toda Andalucía. Vestido de loco, de vagamundo,
de perro verde , de cuerda de presos o del mismo Jesús
Quintero. Le garantizo éxito de crítica y público, sobre todo si
se hace acompañar por la Sra Reche luciendo el mismo modelito que
anoche. Y es que Montoro, todavía, no sabe como meterle mano
impositivamente al placer carnal o visual de los españoles. Que todo se andará. Circunstancia que, desde luego, debe aprovechar el habilidoso
Quintero. Verán que llenazos.
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