La foto esta semana del presidente de la Diputación de Sevilla flaqueado por el presidente de la patronal sevillana y los secretarios generales de las grandes centrales sindicales con motivo de la firma de un (¡otro!) acuerdo de concertación valorado en más de 160 millones de Euros, debiera hacer meditar a quienes hablan de ajuste del gasto con los dineros públicos en los tiempos que corren.
En la instantánea podía verse al presidente de la entidad, el socialista Fernando Rodriguez Villalobos, protagonizando uno de esos actos de mimetismo político que solo sirven para engrandecer el ego de quienes manejan millonarios presupuestos desde unas entidades perfectamente prescindibles en el estado de las Autonomías.
Pues ahí tienen al de Sevilla, celebrando un acuerdo de concertación con todos sus avíos, con todo el boato, al estilo de Manuel Chaves, pero en el Reino de Sevilla. Todo, se decía, para fomentar el empleo en la provincia.
Las Diputaciones, con grandes presupuestos públicos anuales, se han convertido en una prolongación de los aparatos de los partidos que las gobiernan, el sitio ideal para canonjías y asesorías fantasmas. Mantener, con la que está cayendo, una administración caduca y que tapona en cierta medida la economía de los ayuntamientos, al convertirse en intermediaria con ellos, es un lujo que los partidos debieran replantearse. La Junta a través de sus delegaciones pueden, perfectamente, asumir las funciones más necesarias entorno a los ayuntamientos y que hoy en día realizan las corporaciones provinciales, convertidas en algo así como el “control central” de la red clientelar en la provincia del partido que la gobierna. En las Diputaciones de Andalucía, el PSOE.
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