Ya he dicho en estas páginas (y sobre el mismo tema) que los profesionales, los periodistas de Canal Sur, no iban a poder cumplir con esas sugerencias del CAA, no porque ellos no quisieran, sino porque no les iban a dejar los comisarios políticos. Los cinco avisos de las autoridades electorales a Canal Sur han supuesto la confirmación por parte de la Justicia del manejo partidista de un medio público, su utilización como arma gobeliana contra el adversario ( colocaron el himno del PP de fondo en una información sobre contratación irregular de inmigrantes) y, desde luego, un vergonzoso servicio al periodismo.
La acusación de “vulnerar el principio de neutralidad informativa” dictado por la Junta Electoral de Andalucía y ratificado tras el recurso de la RTVA por la Junta Electoral Central, es una acusación lo suficientemente grave como para que hubiese existido algún gesto político en forma de cese o dimisión, aunque no fuese aceptada. Un gesto auspiciado por esos que critican al contrario acusándoles de pecados similares en Valencia, Murcia o Valladolid.
Entre el espectáculo ofrecido por la televisión pública andaluza y la conversión de los periodistas en meros controladores de cronómetros, en figuras decorativas en platós con supuestos debates a dos o a cuatro, suponen un triste balance para el noble oficio del periodismo. Por cierto, algún día los periodistas debiéramos pararnos a reflexionar sobre esta creciente sumisión a la que nos condena el sistema político, aunque bien mirado, si reflexionamos demasiado, quizás acabemos cambiando de oficio. Se lo están cargando.
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