Con motivo de celebrarse en estos dias el 25 aniversario del intento de golpe de Estado del 23 F, he colgado una crónica sobre aquella tarde noche en Sevilla. Se trata del trabajo base que sirvió para el capitulo dedicado al 23F en el libro colectivo "Crónica de Un Sueño".
"El 24 de febrero de 1981, a mediodía, el periodista llega a su casa tras una larga tarde noche en la sede de la histórica Radio Sevilla, la emisora que cuarenta y cinco años antes utilizara el general Gonzalo Queipo de Llano, en sus diatribas contra la República a la que, tiempo atrás, había jurado defender. Está agotado el joven reportero, 25 años, a la sazón Jefe de los Servicios Informativos de la SER en Andalucía, deseando descansar de la tensión acumulada durante una larga noche en vela. Mientras llena la bañera con agua caliente, escucha los mensajes acumulados en su contestador automático.
-Piiii.
-“Pepe, soy Gabriel. Te llamo para que indagues en tus fuentes militares. Me han dicho que van a pasar cosas y gordas, de hecho algunos hijos de militares en el colegio donde doy clase, no vendrán esta tarde y eso es mosqueante. Llámame si sabes algo..., Dios te guarde...”
-Clic...
Gabriel Ramos era el “Pater” de Radio Sevilla, alguien que sin estar en plantilla, era considerado como uno más. Un cura excepcional que, partiendo de posiciones conservadoras, acabó rozando el larguero de la Teología de la Liberación tras su trabajo junto a los más humildes trianeros. Eran también un sevillista radical, casi un “Biri”, y en algunas de sus homilías se refirió al equipo de sus amores, con el consiguiente mosqueo de los fieles béticos. Odiar al Betis, decía, no es pecado.
Ramos era un hombre con olfato, íntegro y cabal en su trabajo pastoral. Sus comentarios de cada amanecer en las antenas decanas de la radio alimentaban las ansias de libertad desde la fe. No soportaba al Opus Dei.
Aquel mensaje, grabado en la mañana del 23-F, adquiría al día siguiente de los acontecimientos en el Congreso un valor especial. Y en efecto, Ramos había pillado onda sobre venideros sucesos militares en círculos de la familia castrense muy cerrados, ya en su parroquia o en el colegio donde el Padre Gabriel impartía clases de religión. El periodista, que a esa hora era incapaz de valorar en toda su dimensión lo que acababa de vivir la noche anterior, solo lamentó ingenuamente ante el cura, “Jó Gabriel, pedazo de exclusiva me he perdido por no ir a comer ayer a mi casa”. (Texto íntegro)
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