martes, 21 de febrero de 2006

25 AÑOS DESPUES DEL 23F: TEJERO Y ALGO MÁS


Un cuarto de siglo y parece que fue ayer. Una tarde gris de febrero de 1981 en la que a una democracia herida de gravedad, alguien quiso asestarle un golpe mortal. Dos décadas y media después ofrecen suficiente perspectiva (y documentación) como para contextualizar política y socialmente el esperpéntico asalto al Congreso de Tejero y sus desaliñados guardias. Nuevos trabajos de investigación periodistica están viendo la luz, destacando a mi juicio los de Pepe Oneto y Paco Medina, como los más interesantes y clarificadores sobre los miles de misterios que todavía se ciernen sobre el 23-F.

La gran tesis que se abre paso 25 años después es que lo de Tejero no fue una casualidad. Fue consencuencia de... Fue la interpretación dura y cuartelera de una voluntad general ( y Real, como se verá) de dar un golpe de timón (Tarradellas dixit) a la delicada situación política española en 1980. La documentación del CESID que ahora se ha conocido públicamente, revela oficialmente algo que ya se sabía: existían varios “golpes” en gestación a principio de los ochenta. El duro de los coroneles, con estadios y fusilamientos al amanecer, el de los generales que querían convertir España en un cuartel con toque de queda, o el golpe blando, ese que para calmar a las fieras de la extrema derecha situaba a un militar al frente de un gobierno de “salvación nacional” que, obviamente, iba a ser apoyado desde el arco parlamentario por unas u otras razones, pero apoyado por todos, incluido un sector del PCE. También por la Zarzuela, según la tesis que se abre paso en estos dias. Lo de Suárez no se sostenía por más tiempo y él, mejor que nadie, vio llegar los sables con los carros y el consiguiente final de la incipiente democracia que, con tanto esfuerzo personal y colectivo, había ayudado a traer. Por eso dimitió y se fue. Pero no solo estaban en esa delicada operación los partidos. La Corona aparece como informada de conversaciones que se llevaban a cabo a tal fin. El almuerzo en Lérida de Antoni Ciurana, Joan Raventós, Enrique Múgica y el entonces gobernador militar de la plaza Alfonso Armada Comyn, es un ejemplo claro de conspiración para quiénes sostienen que si no se hubiese dado el visto bueno a ese golpe “blando”, difícilmente se habría producido la celtibérica asonada de Tejero y Milans. Recuérdese que este último siempre mantuvo que actuaba a las órdenes del Rey, argumento que la extrema derecha española utilizó manipulado contra el monarca, a quien nadie discute como el verdadero artífices que salvó la Constitución aquella noche.

Pero Francisco Medina aporta un dato interesante escasamente valorado hasta ahora: de culminar la configuración de un gobierno de salvación nacional para sustituir a Suarez por un general, si el militar elegido no estaba en Madrid habría que traérselo de donde estuviera. Armada acabó como segundo responsable del EM en la capital tras su traslado desde Lérida. El Rey como máximo responsable del Ejército, dijo Medina, debió conocer el traslado de quien, por otra parte, gozaba de su absoluta confianza por haber sido uno de sus preceptores.

Pero sin duda lo mejor de todo este aniversario del golpe de Estado es que podamos analizar desapasionadamente aquello que ya es Historia. Y en la Historia se nos permiten ver los claroscuros, los errores, las altas y bajas pasiones, las consecuencias incluso de intentar hacer trampa contra la Constitución. Eso es lo mejor y también la vigencia de esa lección que algunos parecen olvidar.

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