La firma ayer de un protocolo de intenciones entre el Gobierno español y el norteamericano parece, solo parece, que podría poner punto y final a los nocivos efectos que aún perduran de las bombas atómicas caídas en Palomares hace medio siglo.
Las secuelas de aquel accidente que nos permitió ver al Régimen en bañador, ha sido un asunto que se ha mantenido casi en el olvido, mientras que grupos ecologistas de norte a sur batallaban contra esta o aquella central nuclear, este o aquel cementerio de residuos atómicos. Y aquí, en Andalucía, resulta que tenemos toneladas de tierra gravemente contaminada de plutonio y nadie ha abierto la boca para exigir que la administración americana limpiara la zona, donde habitan miles de almerienses habituado a compartir sus vidas con el riesgo latente de contaminación nuclear.
Y ayer, de forma inesperada, la opinión pública española va y se entera de que los EEUU parece dispuesto a llevarse la tierra maldita y proceder a financiar la limpieza de parte de la localidad de Palomares. Nunca es tarde, pensaron muchos. Como también hay quien pregunta por qué los poderes públicos, por ejemplo la Junta de Andalucía o la Diputación de Almería, no ha movido un solo dedo en estas décadas en la defensa medioambiental de aquel territorio que, aunque limite a pocos kilómetros con Murcia, sigue siendo Andalucía.
De momento el ministro Margallo ha logrado su gran foto de fin de legislatura -falta le hacía- junto al Secretario de Estado John Kerry, regalándole incluso una guitarra para que no se olvide de Andalucía.
Pero llegado este punto, cuando parece que la luz del túnel empieza a verse a lo lejos, es de justicia política reconocer la labor desarrollada por un modesto político lugareño como el ex alcalde de Cuevas del Almanzora, Jesús Caicedo - Palomares pertenece a su término municipal- quien durante años ha estado removiendo Madrid con Washington, pagando viajes de su bolsillo en vuelos de bajo coste, comportándose como una auténtica mosca cojonera, defendiendo los intereses de sus paisanos ante los más altos funcionarios del gobierno español y americano. Por cierto, siempre contando con la complicidad y apoyo de los técnicos especialistas de los organismos nucleares españoles, ya fuesen nombrados por el PSOE ya por el PP.
Caicedo, que llegó como independiente a la política, acabó finalmente en el PP llegando a ser Senador y, en la legislatura que ahora termina, Diputado en el Congreso donde ha desplegado continuas reuniones y gestiones, llegando a asaltar al propio Rajoy a pie de escaño para hablarle de Palomares.
En el año 1999, Jesús Caicedo, fue cuando empezó su particular cruzada pro descontaminación visitando el Consejo de Seguridad Nuclear. Al hablar con uno de sus máximos responsables de entonces se sorprendió cuando descubrió que el problema, el problema de sus vecinos, tenía una curiosa denominación en aquella casa: “el cajón de Palomares”. En efecto, un cajón donde estaba toda la documentación del accidente y que nunca, antes, había sido abierto.
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Jesús Caicedo en la Embajada USA, junto a Alan Solomont con el que se reunió en numerosas ocasiones. |
Caicedo, que ha contado siempre que no tenía entonces ni repajolera idea de temas de contaminación nuclear, pidió ayuda a Ecologistas en Acción a cambio de que mantuvieran toda la discreción posible dada la delicadeza del asunto, la sensibilidad de los interlocutores y de los vecinos “que ya bastante habían sufrido”. Así, el alcalde de derechas de Cuevas, se hizo acompañar en muchas reuniones por un discreto asesor que resultó ser miembro del movimiento ecologista.
Confiesa Caicedo que siempre encontró receptividad en el gobierno de Madrid, pero que no siempre se tomaron lo de Palomares como un asunto demasiado urgente o prioritario. Al final, y cuando a Jesús Caicedo su partido en Almería, el PP, le descabalga de las próximas listas electorales, estalla la bomba política de la descontaminación pactada a medio o largo plazo. “Es la mayor satisfacción que me he podido llevar al final de mi legislatura como diputado” me confesaba ayer tarde, sin darle importancia a que Gabriel Amat le aparte de la política activa en Madrid. “Es la hora de la renovación, de que llegue gente más joven a primera línea” comentaba Caicedo sin acritud y sin segundas intenciones.